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jueves, 22 de marzo de 2012

Ocho meses

Hola, ¿Hola? ¿Cuántos meses han pasado? ¿Ocho? Quizás. He vivido momentos que nunca pensé que viviría, y he sobrevivido. He conocido muchas culturas, muchas personas pero también he estado sola, muy sola. A veces desearía regresar el tiempo para hacer lo correcto, para mí y para las personas que me rodean. He cambiado de idioma, he cambiado de vida, yo he dado un giro de ciento ochenta grados, ¿acaso yo misma he cambiado? Estoy confundida, escribir en inglés pero pensar en español me abruma. Tratar de sonreír pero querer llorar. He pedido entendimiento pero todavía no ha aparecido, he pedido amor, pero todavía no lo he recibido y finalmente, he pedido libertad pero no la veo entrar. Se me han agotado las palabras. Tener ideas y que no me tomen en cuenta me frustra, siento que estoy en un concierto rodeada de personas pero aún así nadie me mira, nadie me escucha, nadie se preocupa ¿hasta cuándo?

Veo un pajarito, lentamente abre sus alas y se eleva, sí, es así de fácil como lo describo probablemente tú también lo has visto. Algún día, yo volaré.

Tantos recuerdos de aquel momento en el que tantos se preocupaban por mí. ¿Cuándo dejaré de llorar? ¿Cuando volveré a existir?  Aunque escriba así,  todavía no he olvidado como disfrutar cada gota de felicidad de aquellos que la quieren compartir. Me averguenza decir que estoy triste, por eso me he adaptado a una rutina. Sonreír, lo que me recuerda que quizás estén lejos, pero hay más de uno que desea reírse conmigo así que mientras tanto sus recuerdos permanecen en mí.

jueves, 4 de agosto de 2011

Esboza una sonrisa que ya se te han agotado las lágrimas.

Miércoles 27 de julio.
“Me levanto, todavía es de noche. El sol no ha querido salir para darme su última sonrisa en este país. Estoy inmóvil asomada en mi balcón, aprovechando este momento que, quién sabe cuando volveré a estar aquí. Oigo una voz, es mi madre que me dice que agilice el paso, hay un coche bajo que nos espera. Cojo mis dos maletas, y con la mirada baja voy saliendo de casa, no quiero regresar a mirarla, porque no quiero entristecerme más. Vuelvo a oír su voz, y aunque trata de animarme, no puede, mi tristeza es irremediable.
Voy en el coche, oyendo música y poco a poco despidiéndome de esta ciudad, cada lágrima fue un simple adiós. Ya estamos en la carretera, no me atrevo a mirar atrás no me siento preparada. No puedo parar de llorar, siento como caen las gotas por mis mejillas y no encuentro ni una razón para detenerlas, si no que cada vez aumentan las causas para seguir. No puedo respirar, no puedo detenerme pero necesito calmarme y entre llanto y llanto mis ojos, ya tan cansados, se van cerrando…
Despierto a causa de un movimiento brusco en este pequeño coche rojo, veo el sol, veo la luz y sobre todo, los girasoles.  Los girasoles miran al sol, le sonríen, de repente yo estoy esbozando una leve sonrisa y me propongo hacerle fotos, me he olvidado de todo, solo estoy deleitándome con este paisaje, que a pesar de todo, sólo durará un pequeño rato.  Poco a poco, mi mente se vuelve negativa, pienso  que esta es la última vez aquí, en esta carretera, con estos girasoles, vuelvo a llorar.
Ya estoy en Madrid, veo esa carretera en la que estuve aquel diciembre, tan nuevo y frío. Hoy es verano, me cuesta creer que ya ha pasado todo ese tiempo. Giramos a la derecha y seguimos vía al aeropuerto cuando de repente, ya estamos allí. Salgo del coche, mi madre y su amigo me ayudan con las maletas, reconocen mi estado de ánimo y deciden no acercarse. A pesar de mi actitud, mi madre no se rinde, sigue a mi lado, apoyándome hasta el último momento. Ya estamos dentro, voy a chequearme y un poco más alegre le sonrío a mi madre, ella me devuelve con su animadora y bella sonrisa.
Estamos allí, esperando que pase el tiempo. Estoy con mi madre, viéndola de frente, cuando sin querer veo una lágrima rozando su pómulo, intento detenerla pero veo otra deslizándose por la mejilla izquierda  y simplemente me dispongo a darle un fuerte abrazo, mientras que me acomodo en su hombro siento como yo vuelvo a llorar, no puedo creer que no la vaya a ver dentro de cinco  meses.
Finalmente, estoy allí. Son las dos y media de la tarde y no puedo negarlo, la tristeza invade mis pensamientos. Al pasar por aquella puerta, entender que no le voy a ver más y lo peor de todo, que debo tomarlo con calma. Un hombre al lado mío me habla, me cuenta de él, finjo hacerle caso.
Ya estoy dentro del avión, y me digo a mis adentros, un viaje debería de ser emocionante, divertido este no lo es. Veo cada familia pasar por mi lado, y con lágrimas en mi cara trato de sonreírles, algunos me sonríen  de vuelta, otros simplemente, no voltean a mirarme. De repente, despega el avión me despido de España y cierro los ojos, siento como la adrenalina y el miedo recorren mis venas.
Luego de unas horas, llega la hora de la comida y enseguida la rechazo, no tengo hambre, no tengo ganas de nada. Solo de llorar y de escribir, para liberarme, para relajarme, para expresarme y sencillamente, para vivir.  Una mujer, muy simpática interrumpe mi escritura y pensamientos. Me cuenta de ella, trata de consolarme y mágicamente lo logra. Hay algo en ella, sus facciones, su mirada, su tranquilidad que me recuerda a mi madre.     
Tras nueve horas y media en un avión, sola, conmigo misma, con mi música y en compañía de mi llanto siento que ya es hora, hora de cerrar un capítulo, entiendo que se ha acabado y que hoy es el comienzo de una nueva vida, una nueva etapa, una nueva yo…“
Finalmente, una chica segura de sí misma cierra su libreta, se levanta de su asiento, coge su mochila y su maleta, y sale del aquel avión. Aquel avión que más nunca volverá a ver, aquel dónde derramó tantas lágrimas, ¿quién se sentará allí la próxima vez? Y lo más importante, ¿estará feliz? La chica, en compañía de otros se pierde en los amplios pasillos del aeropuerto. Más nunca será la misma.

miércoles, 20 de julio de 2011

Una semana.

Hoy 20 de julio de 2011, dentro de una semana, dentro de siete días, abandonaré esta tierra que tantos recuerdos me deja. Quisiera no decirle adiós, quisiera quedarme aquí, apoyando y disfrutando de cada persona que he conocido y que ha tenido la delicadeza de brindarme su cariño y amistad. Desearía pensar que allá me esperan cosas tan buenas como las que viví aquí, pero no es así y quizá me deje llevar por pensamientos negativos, pero es sólo así como anhelo sentirme ahora.
No puedo creer que todo haya pasado tan rápido, tantos días, tantas horas y tantos minutos, ninguno desperdiciado ya cada uno tuvo su peculiaridad. Cada persona que conocí fue especial, algunas más que otras; aquellas que tienen algo que contar, aquellas que tienen todo que callar, y aquellas que simplemente abrieron su corazón para que alguien nuevo entrara. Viví  once meses en una ciudad, caminé y recorrí la ciudad. Me gusto. Amplíe mi cultura, ahora pienso de una manera muy distinta. Respiré un aire distinto, un aroma que nunca olvidaré y finalmente, conocí Europa, el continente dónde nació el mundo, el continente al cual todo extranjero desea con todas sus ansias conocer.
Estos once meses, han generado en mí un cambio muy importante ya que comprendí que en este mundo no existe una sola forma de pensar, existen varias. Hay personas malas, como buenas y el único consejo que debemos aprender de la vida es como conservar a aquellos que nos hacen felices en esos momentos tan importantes y dejar marchar a aquellos que sólo nos lastiman. Yo no puedo decir que lo he aprendido porque, es simple, solo tengo catorce años.
Para terminar, solo quiero haceros saber que dentro de una semana estaré en mi asiento, incómoda y triste, en mi montaña rusa, en una nueva, llena de giros y complicaciones, de subidas y bajadas, de ilusiones y decepciones y lo más importante, estará saturado de adrenalina… El nombre es conocido, se llama Miami, FL, USA.

jueves, 14 de julio de 2011

Un bus, una playa y yo.

Hoy 14 de julio. Me montó detenidamente en el bus, veo a cada persona, trato de identificar cada mirada pero es imposible. Me siento. Suena una canción conocida llamada Unwritten, es realmente preciosa y mientras las personas se atormentaban con su propio sonido de voz, yo cantaba y observaba el mundo exterior desde aquella ventanilla.
 Veía pasar coches, azules, rojos, blancos e incluso verdes, en fin, pensaba en mis dos semanas restantes, en el tiempo que he vivido en esta magnífica ciudad y aunque me esperan algunas dificultades, no me arrepiento de nada. El bus pasa por Plaza Luceros, mi cabeza comienza a inundarse de recuerdos, momentos a los cuales les saqué el mayor provecho. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, estoy ahí en la autopista y con vista al mar, el mar que me dejó impresionada la primera vez que lo vi, pero hay alguien que no me permite ver completamente este paisaje, es mi madre. Veo su rostro, su piel y de repente voltea y me sonríe, le devuelvo una sonrisa calmada, noto algo distinto, está triste, tiene su nariz roja y una gota recorre su mejilla. Volteo al otro lado para no llamar la atención. El bus sigue moviéndose. De repente, pasamos por una playa, La Isleta, me doy cuenta que nunca he ido a esa playa y tampoco me apetece ir. El bus sigue su camino y rápidamente mi madre y yo nos encontramos caminando hacia casa…
Hambrientas pero contentas, entramos y buscamos algo de comer….
Al terminar, sentadas en un sofá marrón, nos reímos, nos miramos y finalmente, nos volvemos a reír. Luego, al enseriarnos ella me aconseja, me prepara para una vida sin su sonrisa, sin su tranquilidad y sin su voz. Me dice que mantenga la calma, en ese instante, vuelvo a ver otra lágrima deslizándose por su pómulo. No quiero verla llorar, me duelen sus lágrimas…
Alrededor de las seis de la tarde decidimos ir a la playa para buscar un momento de paz. Al llegar, estiramos nuestra gran toalla naranja y nos echamos allí. Mientras ella duerme, yo leo mi libro. Finalmente, llega el momento en el que yo dejo mi libro a un lado y ella comienza a bromear. Ambas jugando y bromeando en una playa, sin importar quien venga o quien nos mire. Somos nosotras otra vez, como solíamos ser hace un año y como seremos para siempre. Al pasar dos horas ya queremos irnos, ella comienza a recoger todas nuestras pertenencias mientras yo estoy sentada en la orilla y siento como el agua cosquillea los dedos de mis pies. Río, pero tengo ganas de llorar y como siempre trato de ocultar la verdad de mis sentimientos. Veo a los niños corretear a mi lado. Observo cada persona, cada mirada y cada expresión, realmente me encanta contemplar a la gente. Todos somos distintos. Me detengo a mirar el oleaje, veo como las olas llegan a la orilla, se forma la espuma y en un pestañeo, ya, una gran parte del agua se ha sumergido entre la arena.
En el momento en el que mi sentido del olfato comienza a deleitarse con ese olor, tan puro y tranquilo que transmite la playa, no hallo manera de querer abandonar el lugar, de dejar de vivirlo. Quiero quedarme allí para siempre, o por lo menos hasta que el agua del mar se evapore completamente algo que, nunca ocurrirá.
Ahora, tengo que leer un correo. No sé de que se trata, no sé si será algo que podrá hacerme esbozar una sonrisa o algo que multiplique mi tristeza. Me mata la intriga.
                                                                                                                                                Os quiere, S.

domingo, 10 de julio de 2011

Días para una madre

Solo días, dieciséis exactamente y once meses que vivieron, que viven y vivirán en mí.
   Respiro y percibo un aroma, un aroma Alicantino, un aroma que recuerdo con paciencia y amor. Hoy un olor de verano, hace dos meses uno primaveral y hace cinco meses uno invernal.
   Por una parte siento que pertenezco aquí más que a mi propio país, ¿por qué? Porque yo no conocía Caracas, solo creía conocerla, pensaba que vivía ahí, cuando realmente sólo estaba allí. Cuando llegué aquí, asustada y exaltada vi las cosas de una manera y al pasar de los días empecé a observar cada lugar de forma distina, con más o menos cariño.
   Antes de ayer se fueron mis abuelos de vuelta a Venezuela, cualquier chica en mi lugar hubiese deseado volver a su tierra, yo no. No me imagino regresando a aquel temible aeropuerto de Maiquetía, en la Guaira y aunque allí estan mis amigos de los que me despedí un dos de septiembre de 2010, hoy, diez de julio de 2011, quiero seguir aquí, quiero seguir aprovechando de las grandes amistades de quienes cada día aprendo más.
  Mi madre, no sé si lo sabiais que me alejo de ella, me despido de ella, le doy un doloroso abrazo de adios. Vivimos con nuestra madre, la amamos y la "odiamos", la respetamos y le desobedecemos, al final es la única que tenemos y nunca sabremos que día tendremos que partir y separarnos de ella. Algunos partimos más temprano que otros o algunos nunca se van, sino que esperan a que su madre se marche primero, total, cada familia es un mundo. Después de tantos años planeando tantas cosas con ella, con mi única madre, llegará un 27 de julio y todo girará, y será lo contrario a lo que es hoy.
 -Hija, ¿qué quieres hacer en estas dos semanas que nos quedan?- Dijo mi madre esta mañana. Esa sencilla pregunta me ha dejado triste y pensativa, lo que conllevó a una respuesta corta pero sabia.
-Muchas cosas- dije... 


Las amistades pueden no estar ahí siempre, pero una madre nunca nos fallará, eso es lo que la hace única e incomparable.



domingo, 3 de julio de 2011

Soy vulnerable, ¿y qué?

Un mundo, un mundo con una población de seis mil millones de personas. Un mundo de blancos y negros, homosexuales y heterosexuales, ricos y pobres, flacos y gordos ¿Cuántos conocemos? o mejor dicho, ¿cuántos creemos que conocemos? Tenemos 500 amigos en facebook o en tuenti. Tenemos 1000 seguidores en twitter. ¿Quién es real y quien nos engaña? Todos tienen facetas distintas que no conocemos, cada quien oculta un secreto que nunca sabremos y cada quien tiene una verdad que nunca entederemos.
  Cuando vivimos momentos con alguien, chico o chica, siempre pensamos en el instante más disfrutado y más bonito. Pero lo que deberíamos de pensar, es cuando pasamos por un momento difícil y aunque nos duela, lo superemos, porque sólo así sabremos o identificaremos el interés que tiene el otro en mí. Brotar lágrimas se vuelve una rutina en una ruptura, sientes que el mundo se vuelve diminuto y que nadie existe para quererte, solo tu y ni siquiera. Nos acostumbramos a querer a alguien, nos acostumbramos a creer en alguien, y ¡pluf! cuando menos te lo esperas te defraudan. Tu único recurso es escapar por el camino más fácil; conociéndote y aprendiendo a disfrutar de tu soledad.
   Cuando vivimos esta etapa patética de los 14, 15, 16 y 17 años, en la que todo nos afecta, en la que situamos como prioridad al "desconocido" en vez de a nosotros; en la que simplemente somos niños jugando a ser adultos. Lo peor de esta etapa, es que, lo juzgamos todo y a todos. Criticamos a quien podemos y cuando podemos. Dejamos de ver nuestra falla para ver la del otro, en conclusión, vivimos para el otro.
  Lo peor de todo es que no lo vamos a cambiar, porque está en todos nosotros.
 Pero, es la fase en la que vas seleccionando a esas personas con las que quieres compartir tus experiencias, y esa fase no es para siempre.
  Todos somos vulnerables, sólo que algunos más que otros.

jueves, 30 de junio de 2011

Niño del pijama de rayas.

Acabo de ver una gran película, se llama "El niño del pijama de rayas"“. Debo admitir que no es la primera vez que la veo, tengo que reconocer que enseña grandes valores y que sobretodo, nos muestra lo bello y la importancia de la inocencia y la amistad.
La inocencia, podría considerarla un sinónimo de niñez. Ya que la inocencia es, no saber, es simplemente, ser niño. Es entonces cuando llega la etapa denominada adolescencia y con la presión social y el interés en el saber, la perdemos. No me parece que esté mal, pero ¿Por qué antes esa inocencia, nos duraba un poquito más? ¿Por qué los tiempos han cambiado tanto? Por ejemplo, hoy en día no consideramos el sexo un tema tabú, de hecho, esta década, una charla de sexo es el equivalente a una conversación sobre comida.
La amistad, es increíble como ese niño, Bruno, entra en el campo de concentración sólo para auxiliar a su amigo. Lo que demuestra que, cuando tienes una verdadera amistad, haces lo que sea para apoyar o ayudar. Aunque creo que en el fondo, Bruno, solo quería estar y sentir cerca a su amigo Shmuel, ya que nunca tuvo la oportunidad de hacerlo.  Tengo que reconocer que las amistades que tuvimos a los 8 años no se parecen en nada a las que tenemos ahora, y las que tendremos en 20 años no se parecerán en nada a las de hoy. Ya que vamos creciendo y madurando, vamos viendo la vida desde distintas perspectivas hasta que finalmente escogemos una y es así como ya, no cambias nunca más.

Al terminar de ver esta película, una catorceañera decide sentarse a escribir unas críticas, mientras que espera que su madre llegue... A pesar del calor veraniego que le abruma en un pequeño piso. Esta decide olvidarlo y deleitarse con el olor de playa que inunda sus fosas nasales…


…Esa soy yo.