Entradas populares

miércoles, 20 de julio de 2011

Una semana.

Hoy 20 de julio de 2011, dentro de una semana, dentro de siete días, abandonaré esta tierra que tantos recuerdos me deja. Quisiera no decirle adiós, quisiera quedarme aquí, apoyando y disfrutando de cada persona que he conocido y que ha tenido la delicadeza de brindarme su cariño y amistad. Desearía pensar que allá me esperan cosas tan buenas como las que viví aquí, pero no es así y quizá me deje llevar por pensamientos negativos, pero es sólo así como anhelo sentirme ahora.
No puedo creer que todo haya pasado tan rápido, tantos días, tantas horas y tantos minutos, ninguno desperdiciado ya cada uno tuvo su peculiaridad. Cada persona que conocí fue especial, algunas más que otras; aquellas que tienen algo que contar, aquellas que tienen todo que callar, y aquellas que simplemente abrieron su corazón para que alguien nuevo entrara. Viví  once meses en una ciudad, caminé y recorrí la ciudad. Me gusto. Amplíe mi cultura, ahora pienso de una manera muy distinta. Respiré un aire distinto, un aroma que nunca olvidaré y finalmente, conocí Europa, el continente dónde nació el mundo, el continente al cual todo extranjero desea con todas sus ansias conocer.
Estos once meses, han generado en mí un cambio muy importante ya que comprendí que en este mundo no existe una sola forma de pensar, existen varias. Hay personas malas, como buenas y el único consejo que debemos aprender de la vida es como conservar a aquellos que nos hacen felices en esos momentos tan importantes y dejar marchar a aquellos que sólo nos lastiman. Yo no puedo decir que lo he aprendido porque, es simple, solo tengo catorce años.
Para terminar, solo quiero haceros saber que dentro de una semana estaré en mi asiento, incómoda y triste, en mi montaña rusa, en una nueva, llena de giros y complicaciones, de subidas y bajadas, de ilusiones y decepciones y lo más importante, estará saturado de adrenalina… El nombre es conocido, se llama Miami, FL, USA.

jueves, 14 de julio de 2011

Un bus, una playa y yo.

Hoy 14 de julio. Me montó detenidamente en el bus, veo a cada persona, trato de identificar cada mirada pero es imposible. Me siento. Suena una canción conocida llamada Unwritten, es realmente preciosa y mientras las personas se atormentaban con su propio sonido de voz, yo cantaba y observaba el mundo exterior desde aquella ventanilla.
 Veía pasar coches, azules, rojos, blancos e incluso verdes, en fin, pensaba en mis dos semanas restantes, en el tiempo que he vivido en esta magnífica ciudad y aunque me esperan algunas dificultades, no me arrepiento de nada. El bus pasa por Plaza Luceros, mi cabeza comienza a inundarse de recuerdos, momentos a los cuales les saqué el mayor provecho. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, estoy ahí en la autopista y con vista al mar, el mar que me dejó impresionada la primera vez que lo vi, pero hay alguien que no me permite ver completamente este paisaje, es mi madre. Veo su rostro, su piel y de repente voltea y me sonríe, le devuelvo una sonrisa calmada, noto algo distinto, está triste, tiene su nariz roja y una gota recorre su mejilla. Volteo al otro lado para no llamar la atención. El bus sigue moviéndose. De repente, pasamos por una playa, La Isleta, me doy cuenta que nunca he ido a esa playa y tampoco me apetece ir. El bus sigue su camino y rápidamente mi madre y yo nos encontramos caminando hacia casa…
Hambrientas pero contentas, entramos y buscamos algo de comer….
Al terminar, sentadas en un sofá marrón, nos reímos, nos miramos y finalmente, nos volvemos a reír. Luego, al enseriarnos ella me aconseja, me prepara para una vida sin su sonrisa, sin su tranquilidad y sin su voz. Me dice que mantenga la calma, en ese instante, vuelvo a ver otra lágrima deslizándose por su pómulo. No quiero verla llorar, me duelen sus lágrimas…
Alrededor de las seis de la tarde decidimos ir a la playa para buscar un momento de paz. Al llegar, estiramos nuestra gran toalla naranja y nos echamos allí. Mientras ella duerme, yo leo mi libro. Finalmente, llega el momento en el que yo dejo mi libro a un lado y ella comienza a bromear. Ambas jugando y bromeando en una playa, sin importar quien venga o quien nos mire. Somos nosotras otra vez, como solíamos ser hace un año y como seremos para siempre. Al pasar dos horas ya queremos irnos, ella comienza a recoger todas nuestras pertenencias mientras yo estoy sentada en la orilla y siento como el agua cosquillea los dedos de mis pies. Río, pero tengo ganas de llorar y como siempre trato de ocultar la verdad de mis sentimientos. Veo a los niños corretear a mi lado. Observo cada persona, cada mirada y cada expresión, realmente me encanta contemplar a la gente. Todos somos distintos. Me detengo a mirar el oleaje, veo como las olas llegan a la orilla, se forma la espuma y en un pestañeo, ya, una gran parte del agua se ha sumergido entre la arena.
En el momento en el que mi sentido del olfato comienza a deleitarse con ese olor, tan puro y tranquilo que transmite la playa, no hallo manera de querer abandonar el lugar, de dejar de vivirlo. Quiero quedarme allí para siempre, o por lo menos hasta que el agua del mar se evapore completamente algo que, nunca ocurrirá.
Ahora, tengo que leer un correo. No sé de que se trata, no sé si será algo que podrá hacerme esbozar una sonrisa o algo que multiplique mi tristeza. Me mata la intriga.
                                                                                                                                                Os quiere, S.

domingo, 10 de julio de 2011

Días para una madre

Solo días, dieciséis exactamente y once meses que vivieron, que viven y vivirán en mí.
   Respiro y percibo un aroma, un aroma Alicantino, un aroma que recuerdo con paciencia y amor. Hoy un olor de verano, hace dos meses uno primaveral y hace cinco meses uno invernal.
   Por una parte siento que pertenezco aquí más que a mi propio país, ¿por qué? Porque yo no conocía Caracas, solo creía conocerla, pensaba que vivía ahí, cuando realmente sólo estaba allí. Cuando llegué aquí, asustada y exaltada vi las cosas de una manera y al pasar de los días empecé a observar cada lugar de forma distina, con más o menos cariño.
   Antes de ayer se fueron mis abuelos de vuelta a Venezuela, cualquier chica en mi lugar hubiese deseado volver a su tierra, yo no. No me imagino regresando a aquel temible aeropuerto de Maiquetía, en la Guaira y aunque allí estan mis amigos de los que me despedí un dos de septiembre de 2010, hoy, diez de julio de 2011, quiero seguir aquí, quiero seguir aprovechando de las grandes amistades de quienes cada día aprendo más.
  Mi madre, no sé si lo sabiais que me alejo de ella, me despido de ella, le doy un doloroso abrazo de adios. Vivimos con nuestra madre, la amamos y la "odiamos", la respetamos y le desobedecemos, al final es la única que tenemos y nunca sabremos que día tendremos que partir y separarnos de ella. Algunos partimos más temprano que otros o algunos nunca se van, sino que esperan a que su madre se marche primero, total, cada familia es un mundo. Después de tantos años planeando tantas cosas con ella, con mi única madre, llegará un 27 de julio y todo girará, y será lo contrario a lo que es hoy.
 -Hija, ¿qué quieres hacer en estas dos semanas que nos quedan?- Dijo mi madre esta mañana. Esa sencilla pregunta me ha dejado triste y pensativa, lo que conllevó a una respuesta corta pero sabia.
-Muchas cosas- dije... 


Las amistades pueden no estar ahí siempre, pero una madre nunca nos fallará, eso es lo que la hace única e incomparable.



domingo, 3 de julio de 2011

Soy vulnerable, ¿y qué?

Un mundo, un mundo con una población de seis mil millones de personas. Un mundo de blancos y negros, homosexuales y heterosexuales, ricos y pobres, flacos y gordos ¿Cuántos conocemos? o mejor dicho, ¿cuántos creemos que conocemos? Tenemos 500 amigos en facebook o en tuenti. Tenemos 1000 seguidores en twitter. ¿Quién es real y quien nos engaña? Todos tienen facetas distintas que no conocemos, cada quien oculta un secreto que nunca sabremos y cada quien tiene una verdad que nunca entederemos.
  Cuando vivimos momentos con alguien, chico o chica, siempre pensamos en el instante más disfrutado y más bonito. Pero lo que deberíamos de pensar, es cuando pasamos por un momento difícil y aunque nos duela, lo superemos, porque sólo así sabremos o identificaremos el interés que tiene el otro en mí. Brotar lágrimas se vuelve una rutina en una ruptura, sientes que el mundo se vuelve diminuto y que nadie existe para quererte, solo tu y ni siquiera. Nos acostumbramos a querer a alguien, nos acostumbramos a creer en alguien, y ¡pluf! cuando menos te lo esperas te defraudan. Tu único recurso es escapar por el camino más fácil; conociéndote y aprendiendo a disfrutar de tu soledad.
   Cuando vivimos esta etapa patética de los 14, 15, 16 y 17 años, en la que todo nos afecta, en la que situamos como prioridad al "desconocido" en vez de a nosotros; en la que simplemente somos niños jugando a ser adultos. Lo peor de esta etapa, es que, lo juzgamos todo y a todos. Criticamos a quien podemos y cuando podemos. Dejamos de ver nuestra falla para ver la del otro, en conclusión, vivimos para el otro.
  Lo peor de todo es que no lo vamos a cambiar, porque está en todos nosotros.
 Pero, es la fase en la que vas seleccionando a esas personas con las que quieres compartir tus experiencias, y esa fase no es para siempre.
  Todos somos vulnerables, sólo que algunos más que otros.