Miércoles 27 de julio.
“Me levanto, todavía es de noche. El sol no ha querido salir para darme su última sonrisa en este país. Estoy inmóvil asomada en mi balcón, aprovechando este momento que, quién sabe cuando volveré a estar aquí. Oigo una voz, es mi madre que me dice que agilice el paso, hay un coche bajo que nos espera. Cojo mis dos maletas, y con la mirada baja voy saliendo de casa, no quiero regresar a mirarla, porque no quiero entristecerme más. Vuelvo a oír su voz, y aunque trata de animarme, no puede, mi tristeza es irremediable.
Voy en el coche, oyendo música y poco a poco despidiéndome de esta ciudad, cada lágrima fue un simple adiós. Ya estamos en la carretera, no me atrevo a mirar atrás no me siento preparada. No puedo parar de llorar, siento como caen las gotas por mis mejillas y no encuentro ni una razón para detenerlas, si no que cada vez aumentan las causas para seguir. No puedo respirar, no puedo detenerme pero necesito calmarme y entre llanto y llanto mis ojos, ya tan cansados, se van cerrando…
Despierto a causa de un movimiento brusco en este pequeño coche rojo, veo el sol, veo la luz y sobre todo, los girasoles. Los girasoles miran al sol, le sonríen, de repente yo estoy esbozando una leve sonrisa y me propongo hacerle fotos, me he olvidado de todo, solo estoy deleitándome con este paisaje, que a pesar de todo, sólo durará un pequeño rato. Poco a poco, mi mente se vuelve negativa, pienso que esta es la última vez aquí, en esta carretera, con estos girasoles, vuelvo a llorar.
Ya estoy en Madrid, veo esa carretera en la que estuve aquel diciembre, tan nuevo y frío. Hoy es verano, me cuesta creer que ya ha pasado todo ese tiempo. Giramos a la derecha y seguimos vía al aeropuerto cuando de repente, ya estamos allí. Salgo del coche, mi madre y su amigo me ayudan con las maletas, reconocen mi estado de ánimo y deciden no acercarse. A pesar de mi actitud, mi madre no se rinde, sigue a mi lado, apoyándome hasta el último momento. Ya estamos dentro, voy a chequearme y un poco más alegre le sonrío a mi madre, ella me devuelve con su animadora y bella sonrisa.
Estamos allí, esperando que pase el tiempo. Estoy con mi madre, viéndola de frente, cuando sin querer veo una lágrima rozando su pómulo, intento detenerla pero veo otra deslizándose por la mejilla izquierda y simplemente me dispongo a darle un fuerte abrazo, mientras que me acomodo en su hombro siento como yo vuelvo a llorar, no puedo creer que no la vaya a ver dentro de cinco meses.
Finalmente, estoy allí. Son las dos y media de la tarde y no puedo negarlo, la tristeza invade mis pensamientos. Al pasar por aquella puerta, entender que no le voy a ver más y lo peor de todo, que debo tomarlo con calma. Un hombre al lado mío me habla, me cuenta de él, finjo hacerle caso.
Ya estoy dentro del avión, y me digo a mis adentros, un viaje debería de ser emocionante, divertido este no lo es. Veo cada familia pasar por mi lado, y con lágrimas en mi cara trato de sonreírles, algunos me sonríen de vuelta, otros simplemente, no voltean a mirarme. De repente, despega el avión me despido de España y cierro los ojos, siento como la adrenalina y el miedo recorren mis venas.
Luego de unas horas, llega la hora de la comida y enseguida la rechazo, no tengo hambre, no tengo ganas de nada. Solo de llorar y de escribir, para liberarme, para relajarme, para expresarme y sencillamente, para vivir. Una mujer, muy simpática interrumpe mi escritura y pensamientos. Me cuenta de ella, trata de consolarme y mágicamente lo logra. Hay algo en ella, sus facciones, su mirada, su tranquilidad que me recuerda a mi madre.
Tras nueve horas y media en un avión, sola, conmigo misma, con mi música y en compañía de mi llanto siento que ya es hora, hora de cerrar un capítulo, entiendo que se ha acabado y que hoy es el comienzo de una nueva vida, una nueva etapa, una nueva yo…“
Finalmente, una chica segura de sí misma cierra su libreta, se levanta de su asiento, coge su mochila y su maleta, y sale del aquel avión. Aquel avión que más nunca volverá a ver, aquel dónde derramó tantas lágrimas, ¿quién se sentará allí la próxima vez? Y lo más importante, ¿estará feliz? La chica, en compañía de otros se pierde en los amplios pasillos del aeropuerto. Más nunca será la misma.