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martes, 21 de junio de 2011

Let´s go out.

Un día de fiesta, todo planeado y “ready”, quedas con tus amigas y decides vestirte y maquillarte lo mejor posible, no solo para ligar ni mucho menos para dar la mejor impresión de ti. Sino para  sentirte lo mejor posible contigo misma, para sentirte guapa  y segura, para que el momento de llegar al lugar esperado cada línea de delineador que pasaste por tus ojos hayan valido la pena.
Muchas veces siempre hay un inconveniente, para nosotras las chicas; nuestras madres, siempre pendientes de cada paso que das cuando decides ponerte tacones, siempre al tanto de cuánto mide aquella preciosa falda (si es por encima o por debajo de la rodilla) y por supuesto, el escote de la camiseta o “top”, cada una de esas preocupaciones que siempre nuestras madres expresan ante nosotras y que obviamente nos estresa,  o sencillamente, nos saca de nuestras casillas
“¿Acaso siempre tenemos que vestirnos acorde a la opinión de nuestras madres?”
Otro tema de esas fabulosas salidas de fiesta, la hora de llegada. ¿Por qué nunca les importa la hora de salida? Tras gritos, llantos y peleas, siempre saldrá ganando aquella persona que denominamos la autoridad de la casa, padre o madre, usualmente madre. Tras amenazas y preguntas esa persona logra calmarse y ver las cosas con claridad, ¿costará tanto confiar en nosotras, o es que no confían en los cabroncetes que caminan por la calle con un par de bebidas de más?
Cuando sales y te consigues a tus amigas es como si cada segundo que estuviste enojada desapareciera, cada expresión que pudiste haber tenido en la cara se borra y vuelves a tu estado normal, simplemente porque estas tranquila o porque ellas te transmiten esa tranquilidad.
Caminando por la calle, segura de cada paso que das. Solas, pero rodeadas de desconocidos, tres chicas salen en busca baile, esperando alguna que otra llamada de alguien que a veces esperamos y que, lastimosamente nos falla y aunque en el momento moleste, siempre estará aquella amiga optimista que nos impulse a seguir adelante. Ya llega el momento de entrar a un sitio, un poco incómodas al principio pero, ¿quién no se siente incómodo una primera vez?. Al fin cumplimos nuestro objetivo, bailar y disfrutar. Llega el momento de la partida, tarde, cansadas y un poco alegres, nos disponemos a andar hasta la estación, una vez dentro del tram, miradas pentetrantes nos acechaban, pero realmente era lo menos importante… Para acabar, una peli de terror, a pesar de los gritos y del miedo, nada nos quitaba la felicidad de estar juntas, tanto hoy como para siempre.
Tres chicas, tres sonrisas, una amistad.

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miradas curiosas